Por: Eduardo Ramírez
Foto Cortesia de Metallica.com
La tormenta había quedado atrás, camino sobre varias hojas de árbol derrumbadas por la lluvia,
esquivo enormes charcos para llegar al recinto; un revendedor se pega al oído haciendo su agosto,
no interrumpe mi paso, la mirada esta fija en el objetivo. Cientos de personas recorren las calles
aledañas al Palacio de los Deportes, se desvían por los puestos llenos de “souvenirs” parece una
horda de zombies inquietos por escuchar lo que han soñado tanto tiempo.
Tomo mi boleto decidido a ser maniatado durante 2 horas por aquellas notas musicales que han
marcado (literalmente) mi vida, me observo el antebrazo y… ahí está, la estrella que me recuerda
lo frágil y enfurecido que puedo ser cuando me sumerjo en la música.
El primer alimento visual me nubla un poco el pensamiento, me pregunto, ¿Esto es el “Arsenal
Completo”? Un escenario en forma de “X” sí, gigantesco pero sin vida. ¡¡Pum!! Se apagan las luces,
es momento de encender a la bestia.
Se deja escuchar una bella melodía "Ectasy of gold", del famoso compositor italiano Ennio
Morricone para la película "The Good, The Bad And The Ugly" ("El Bueno, El Malo y El Feo") como
música de fondo; los zombies enloquecen. El primer paso esta dado, "Creeping Death", suena y se
inaugura oficialmente el show.
Metallica domina cada una de las notas, los acordes y las melodías, 22 mil cuerpos convertidos
en una extensión de la banda; brincan, cantan, se mueven con una determinación absoluta, como
una ola rompiendo en tierra "For whom the bell tolls" y "Fuel" haciendo el juego perfecto con
luces y pirotecnia. Focos de leds que encendían a cada paso del artista mediante una sincronía
genialmente idiotizante.
Fuego, mucho calor, el horno de cobre cocina almas, petrifica corazones. Una silla eléctrica cae
del cielo, es momento de morir…"Cómo están México, ¿nos extrañaron? Nosotros también", dijo
James Hetfield a sus seguidores, para continuar con los riffs de guitarra en "Ride the Lighting" la
descarga nos controla.
Esa lluvia de luces se acaba y nos lleva al lado oscuro, se cimbra el recinto, se escuchan
detonaciones por doquier, estamos en la guerra. Balas rompiendo la barrera del sonido, bombas
surcando los aires, explosiones, humo, fuego otra vez…las cortinas se deslizan y observo soldados
alistados para el combate; abajo, se escuchan las notas de “One” rayos laser rompen la penumbra
mientras la canción avanza. Esto aún no termina.
Aquellos soldados ahora convertidos en esqueletos andantes dan la entrada a “Cyanide” del
cielo caen los ataúdes del "Death Magnetic” con muertos vivientes desgarrándose las prendas al
compas de "The Memory Remains", "Wherever I May Roam" y "Sad But True".
Uno a uno fuimos enloqueciendo hasta llegar al paredón acolchonado, un manicomio recibía
las notas de “Welcome Home (Sanitarium)” la sorpresa de la noche, pues al sonar esta canción
un ejército de obreros levantaban la monumental “Doris” la mítica estatua que representa a la
libertad y que fue bautizada así por la banda en su disco “...And Justice For All", de 1988.
La magia se aleja un poco al presentar fallas en el audio al interpretar este clásico, no obstante
el ánimo se mantiene para luego entonar “Fade To Black” y presenciar la destrucción de dicha
estatua. Se acerca el momento de la sepultura pues al primer acorde de “Master of Puppets” la
gente enloquece y se elevan las emblemáticas cruces de las tumbas de los caídos en la guerra
plasmadas en dicho disco. El climax es absoluto.
Aún sin repararnos de la emoción Metallica nos invade con los riffs desquiciantes de “Battery”
otra rola emblemática del disco de 1986, el fuego y el calor nos seguía consumiendo. Llegaría
entonces la resurrección al entonar casi a capela “Nothing Else Matters” bella pieza del álbum
negro que a muchos no les agrada pero sí cantan en sus conciertos.
Un breve receso sirve para tomar un sorbo de aire y volver a la vida, “Enter Sadman” llega
rompiendo los esquemas, Metallica nos receta otra dosis de dinamita que sobrepasa lo natural;
tanto que llega a golpear a un técnico del staff envuelto en llamas. Caos total impide que la banda
termine su ejecución cuando un aparente problema técnico deja caer a un hombre del techo. Se
puede oler a la muerte.
"Die Die My Darling" de los Misfits se escucha y regresa a la banda en una máquina del tiempo,
colocándolos en el Garage donde solían ensayar. Los tiempos han cambiado, la fiesta estaba por
terminar cuando “Seek & Destroy” nos regresa al mundo real. Pelotas de playa bajan el telón y un
enorme inodoro marcan el cierre definitivo de la velada no apta para cardiacos. Un espectáculo
sobrenatural que no pueden perderse.