lunes, 30 de julio de 2012

Metallica: Morir es igual a sobrevivir


Por: Eduardo Ramírez
Foto Cortesia de Metallica.com

La tormenta había quedado atrás, camino sobre varias hojas de árbol derrumbadas por la lluvia, esquivo enormes charcos para llegar al recinto; un revendedor se pega al oído haciendo su agosto, no interrumpe mi paso, la mirada esta fija en el objetivo. Cientos de personas recorren las calles aledañas al Palacio de los Deportes, se desvían por los puestos llenos de “souvenirs” parece una horda de zombies inquietos por escuchar lo que han soñado tanto tiempo.

Tomo mi boleto decidido a ser maniatado durante 2 horas por aquellas notas musicales que han marcado (literalmente) mi vida, me observo el antebrazo y… ahí está, la estrella que me recuerda lo frágil y enfurecido que puedo ser cuando me sumerjo en la música.

El primer alimento visual me nubla un poco el pensamiento, me pregunto, ¿Esto es el “Arsenal Completo”? Un escenario en forma de “X” sí, gigantesco pero sin vida. ¡¡Pum!! Se apagan las luces, es momento de encender a la bestia.

Se deja escuchar una bella melodía "Ectasy of gold", del famoso compositor italiano Ennio Morricone para la película "The Good, The Bad And The Ugly" ("El Bueno, El Malo y El Feo") como música de fondo; los zombies enloquecen. El primer paso esta dado, "Creeping Death", suena y se inaugura oficialmente el show.


Metallica domina cada una de las notas, los acordes y las melodías, 22 mil cuerpos convertidos en una extensión de la banda; brincan, cantan, se mueven con una determinación absoluta, como una ola rompiendo en tierra "For whom the bell tolls" y "Fuel" haciendo el juego perfecto con luces y pirotecnia. Focos de leds que encendían a cada paso del artista mediante una sincronía genialmente idiotizante.


Fuego, mucho calor, el horno de cobre cocina almas, petrifica corazones. Una silla eléctrica cae del cielo, es momento de morir…"Cómo están México, ¿nos extrañaron? Nosotros también", dijo James Hetfield a sus seguidores, para continuar con los riffs de guitarra en "Ride the Lighting" la descarga nos controla.

Esa lluvia de luces se acaba y nos lleva al lado oscuro, se cimbra el recinto, se escuchan detonaciones por doquier, estamos en la guerra. Balas rompiendo la barrera del sonido, bombas surcando los aires, explosiones, humo, fuego otra vez…las cortinas se deslizan y observo soldados alistados para el combate; abajo, se escuchan las notas de “One” rayos laser rompen la penumbra mientras la canción avanza. Esto aún no termina.

Aquellos soldados ahora convertidos en esqueletos andantes dan la entrada a “Cyanide” del cielo caen los ataúdes del "Death Magnetic” con muertos vivientes desgarrándose las prendas al compas de "The Memory Remains", "Wherever I May Roam" y "Sad But True".

Uno a uno fuimos enloqueciendo hasta llegar al paredón acolchonado, un manicomio recibía las notas de “Welcome Home (Sanitarium)” la sorpresa de la noche, pues al sonar esta canción un ejército de obreros levantaban la monumental “Doris” la mítica estatua que representa a la libertad y que fue bautizada así por la banda en su disco “...And Justice For All", de 1988.

La magia se aleja un poco al presentar fallas en el audio al interpretar este clásico, no obstante el ánimo se mantiene para luego entonar “Fade To Black” y presenciar la destrucción de dicha estatua. Se acerca el momento de la sepultura pues al primer acorde de “Master of Puppets” la gente enloquece y se elevan las emblemáticas cruces de las tumbas de los caídos en la guerra plasmadas en dicho disco. El climax es absoluto.



Aún sin repararnos de la emoción Metallica nos invade con los riffs desquiciantes de “Battery” otra rola emblemática del disco de 1986, el fuego y el calor nos seguía consumiendo. Llegaría entonces la resurrección al entonar casi a capela “Nothing Else Matters” bella pieza del álbum negro que a muchos no les agrada pero sí cantan en sus conciertos.

Un breve receso sirve para tomar un sorbo de aire y volver a la vida, “Enter Sadman” llega rompiendo los esquemas, Metallica nos receta otra dosis de dinamita que sobrepasa lo natural; tanto que llega a golpear a un técnico del staff envuelto en llamas. Caos total impide que la banda termine su ejecución cuando un aparente problema técnico deja caer a un hombre del techo. Se puede oler a la muerte.

"Die Die My Darling" de los Misfits se escucha y regresa a la banda en una máquina del tiempo, colocándolos en el Garage donde solían ensayar. Los tiempos han cambiado, la fiesta estaba por terminar cuando “Seek & Destroy” nos regresa al mundo real. Pelotas de playa bajan el telón y un enorme inodoro marcan el cierre definitivo de la velada no apta para cardiacos. Un espectáculo sobrenatural que no pueden perderse.

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